Mi viaje por los comandos
Carmen Fernández Simarro
Cuentoterapeuta.
“En un principio la Cuentoterapia apareció en mi vida como una montaña ilusionante, misteriosa, alta, muy alta, demasiado alta para mí, y aunque me hacía ilusión la posibilidad de traer los talleres a Albacete, no me atrevía a guiar por ese camino. Menos mal que a mi lado tenía una intrépida exploradora que inició la marcha. Con todo y con eso inicié el recorrido de este mágico y misterioso sistema montañoso que es la Cuentoterapia a través de cuyas colinas transito en los comandos”. Así comenzaba mi trabajo de fin de formación, Mi viaje por los comandos. Para este trabajo utilicé la montaña como metáfora del camino de vida. Os comparto algunos de los momentos más significativos en mi recorrido con los comandos de Cuentoterapia.
EL LLANO
¿Qué es un comando de Cuentoterapia? En principio fue una idea ilusionante que surgió en el viaje de vuelta del II Congreso de Cuentoterapia, celebrado en diciembre del 2016, y que empezó a plasmarse en el papel, en la cabeza, en el corazón y en el instinto de tres intrépidas aventureras. (He de decir que por aquel entonces mi instinto estaba sin descubrir). Estábamos ilusionadas con lo vivido y locas de energía por llevar los cuentos y la Cuentoterapia a aquellos sitios a los que no se podía llegar mediante los talleres de formación, pero sí mediante una intervención rápida, con la que mostrar los parabienes que albergan los cuentos en pequeñas perlas, para como solemos decir, ”dejar buen sabor de boca y ganas de más”.
PRIMER ASCENSO
En marzo del siguiente año, el comando de Cuentoterapia de Albacete formado por Mercedes y Gracia Aguilar, y yo misma, iniciaba su camino con una intervención para un colectivo de personas con enfermedad mental. Nuestro objetivo: “crear un ambiente de confianza que permitiese al grupo estar receptivo al mensaje simbólico que encierran los cuentos y mostrar al equipo del centro los beneficios que el uso de los cuentos puede tener en el trabajo terapéutico”.
Habíamos preparado la sesión con toda la amorosidad que creíamos necesitar para este colectivo, pero llevábamos los nervios propios de ser aprendizas de cuentoterapeutas. Aunque esto era compensado por el convencimiento de que todo el cuidado que habíamos puesto en la preparación solamente podía ayudarnos, a nosotras y al grupo al que nos dirigíamos, a encontrar el punto de conexión. En algún momento tuvimos que recoger parte de nuestra energía y adecuarla a la variedad e intensidad que el grupo presentaba y demandaba; la nuestra era muy alta y ellos y ellas necesitaban algo más pausado, más tranquilo, y sobre todo mucha atención. El momento mágico llegó cuando colocamos sus dibujos en la pared y fueron viéndolos uno a uno. Ver sus caras fue la confirmación de que los cuentos les habían llegado.
Cuando salimos de esa primera intervención pudimos soltar los nervios en forma de sonrisas y abrazos y compartir algo que las tres habíamos llevado, nuestro objeto mágico como talismán. Aprovechando la estela de una energía creativa y contagiosa, Mercedes, fundadora de la Escuela de Cuentoterapia de Albacete, nos propuso ampliar el comando e ir adecuando los objetivos iniciales a nuevas ideas: “…. difundir la Cuentoterapia a través de intervenciones puntuales, conseguir ampliar la comunidad cuentera con quienes ya estaban en formación, crear un entorno amable donde poder experimentar, compartir ideas y trabajar en nuestro manejo en el arte de contar cuentos y disfrutar haciéndolo”.
Fue un verano muy bien aprovechado. Fuimos ampliando la comunidad cuentera y de ésta surgieron nuevas propuestas de actuación que llevaron a la creación de nuevos comandos: altas capacidades y educación. Aclaro que los comandos se mantienen activos mientras se hacen las intervenciones con cada colectivo. De la propuesta de Gracia Aguilar para hacer una intervención en una librería, surge en el mes de julio un nuevo comando formado por Gracia Aguilar, Rus Cuevas, Pilar Abellán y yo misma, el comando Nobel.
LADERA
“Y empezamos a crear y llenar nuestro cofre y renombramos el comando de educación, que pasó a llamarse Nobel”, haciendo referencia al lugar donde realizaríamos la actividad. “Aquí utilizamos por primera vez el cartel con el logotipo de la ranita, icono de la Cuentoterapia. Empezamos definiendo los objetivos, las edades, luego seleccionamos y descartamos cuentos y actividades para volver a seleccionarlos de nuevo... en definitiva, que elaboramos nuestro primer guion (siempre en construcción) cuyos pilares eran: empezar con un cuento de acercamiento para sacar la sonrisa, utilizar un cuento maravilloso, elegir un cuento central, que sería el foco del tema que quisiésemos trabajar y alrededor del cual haríamos la actividad que daría lugar a la entrega del objeto mágico. Además, ir entremezclando pequeñas píldoras teóricas y enlazar éstas con el cuento que habíamos elegido para el desarrollo de cada una: qué es la Cuentoterapia y para qué sirve, cuáles son los tres tipos de cuentos, qué son los tres centros, qué es el objeto mágico... y todo eso adaptado y aderezado para un grupo de niños y niñas de entre 6 y 10 años, y alguna mamá o papá hasta un máximo de 15 personas.”
“Aunque el objetivo del comando era y es difundir la Cuentoterapia, éste se basa en qué es lo que nos apetece hacer a quienes lo formamos, qué es lo que nos llama la atención o nos mueve para compartirlo en un taller, qué cuento queremos contar y por qué. Así ponemos no solamente la parte mental, que consiste en elegir el tema central, el cuento o la actividad, si no también nuestra parte emocional desde el inicio del proceso”. Como intención central para este taller elegimos el desarrollo de la asertividad, y partiendo de ahí elegimos cuentos, elaboramos dinámicas, escogimos el objeto mágico…….hilamos nuestra intervención.
En mi recorrido por la Cuentoterapia, este comando fue para mí la ladera; un segundo ascenso superado, un remanso donde poder descansar junto a unas compañeras inmejorables y compartir ideas para emprender un nuevo ascenso, una nueva aventura y un nuevo proyecto. “El cuento maravilloso “Blancanieves y Rosaroja”, versionado del recogido por los hermanos Grimm, fue el único que mantuvimos desde el principio en este comando, ya que nos pareció que simbólicamente recogía la completud de las dos hermanas y mostraba cómo estas tenían que utilizar la asertividad en sus encuentros con el enano. Además, es un cuento lleno de símbolos como las tijeras, la aguja, el hilo, el águila, el oso... en definitiva, que nos gustó. Como cuento central elegimos Si yo fuera grande y fuerte, un álbum ilustrado de Agnes Laroche y Augusseau Atèphanie, ya que Nico, su protagonista, cuando se mira en el espejo encuentra, en el reflejo de sí mismo, su energía, su asertividad y la manera de convertir un “ay, si pudiera” en un “stop, basta ya”. Como actividad pedimos a los participantes que, en la cartulina que previamente les habíamos dado para que pusiesen su nombre, dibujasen o escribiesen con lápiz o con el dedo mágico a qué cosa o a quién les gustaría decirle STOP.”
“La ilusión nos llevó a preparar los materiales de manera artesanal: cortamos y coloreamos tarjetas con la forma de una rosa blanca o roja, con las que hicimos un colgante para que ellos y ellas pusiesen su nombre en él y lo dibujasen; y como objeto mágico hicimos una señal de STOP de cartón, forrada de papel rojo y dibujada con temperas. ¡¡ Y lo hicimos!!”
“Me imagino que desde fuera se nos vería nerviosas, pero yo desde dentro vi la cara de ilusión de los niños y niñas, y también de los mayores, vi qué atentos estaban, cómo participaban grandes y pequeños en todo el taller. Vi la ilusión de Gracia, de Pilar, de Rus, y sentí la mía. Uno de los niños, el más inquieto, dijo casi al final: “parece que esto de los cuentos me va a empezar a gustar”. Aparecieron frases como: le diría stop a un niño que me pega en el recreo; le diría a un amigo que no mienta y deje de decir que le robo sus cosas. Fue muy emocionante escuchar cómo algunas mamás verbalizaban su stop mirando a sus hijos e hijas: “intentar cambiar los horarios para luego no agobiarnos”; “decir stop a la queja, para así ver el lado positivo de las cosas o simplemente aceptarlas”...
En ese taller encontramos un hada madrina que nos propuso introducir la Cuentoterapia dentro de la “La Maleta de Emociones”, un proyecto de la Diputación Provincial de Albacete. Esta maleta llena de distintas actividades para trabajar las emociones iba recorriendo los colegios de educación primaria de la provincia de Albacete. Elaboramos y presentamos nuestro proyecto, Cuentos que nos dan la mano y en octubre del año 2017 comenzamos nuestra andadura por tierras manchegas llevando la Cuentoterapia a seis pueblos de Albacete. Disfrutamos de este proyecto desde el primer hasta el último momento, y nos sirvió para enfrentarnos a distintos grupos de edades y tamaños. Aquí, al cambiar el colectivo al que nos dirigíamos, nos renombramos como el comando Mari Castaña. Ea.
CUMBRE
Mi participación en los comandos me ha dado la posibilidad, entre otras cosas, de enfrentarme a alguno de mis miedos, como por ejemplo el de no saber, no poder... yo siempre detrás. Poco a poco, intervención tras intervención fuimos cambiando de roles, fui cambiando mi hábito de quedarme atrás, de esconderme, por el propósito de quedarme delante cuando terminaba de contar un cuento o el de ser capaz de recoger una felicitación. “He de reconoceros y de reconocerle a mi alma que me vino muy bien mi parte mandona y organizativa, para tener claro qué hacer y así poder transmitir qué cosas necesitábamos y cómo las necesitábamos. Me vino bien como herramienta, no como un sapo.“
¿Qué quiero decir con esto? Que esta cualidad de mi carácter, llevada a su extremo, puede volverse contra mí. Como otros tantos símbolos, el sapo tiene un aspecto negativo y otro positivo, sombrío. Como nos cuenta J.C. Cooper en su Diccionario de símbolos, el sapo es un animal lunar que pertenece al elemento húmedo. Desaparece y aparece como el astro y este comportamiento lo ha convertido en un símbolo de resurrección. Pero el sapo también puede representar el mal, el odio, la muerte... Esto fue algo más que salir de mi zona de confort, esta colina se veía mucho más alta, más desconocida, pero yo seguía teniendo cerca mi “Yo puedo”. Hoy, varios años después, continúo reconociendo mi potencial y sumo mi agradecimiento a quienes pusieron la Cuentoterapia y sus comandos en mi camino porque sigue siendo una herramienta terapéutica para mí.
Uno de los grupos a los que tuvimos el placer de visitar gracias a “La Maleta de Emociones” fue el grupo de mayores lectoras en Barrás. “Unos meses atrás y gracias a uno de los cuentos de animales recogidos en el recopilatorio de Antonio Rodríguez Almodóvar, Cuentos al amor de la lumbre II, había recuperado un recuerdo de mi infancia. Había traído desde el fondo del cajón de la memoria a mi abuela Isabel con su larga falda negra, su mandil gris de cuadros y su moño gris y pequeño, contándome un cuento al ladico de la chimenea. El cuento que me contaba mi abuela tenía como protagonista a una zorra y la luna reflejada en el agua de un pozo donde la zorra se metía en busca de los quesos. El cuento recopilado por el conocido folclorista se titula “¡Qué el cielo se nos viene encima!” y comparte protagonista con el de mi abuela, de modo que en el reparto de papeles para ese nuevo taller quise ser yo la cuentista que hiciese la presentación. Y ante de contarles el cuento recogido por Almodóvar compartí con ellas el recuerdo de mi abuela.
La intención de esa intervención era resaltar el valor de las mujeres mayores como guardianas de los cuentos. En ellas estaba la niña a la que contaron algún cuento, la hermana mayor, tía o madre que los contó y ahora las abuelas, mujeres mayores que siguen contándolos. Esa tarde quisimos ser nosotras quienes les contásemos cuentos, las que hiciésemos a ellas el regalo que seguro que tantas veces ellas habían hecho. Contamos cuentos como Brazos largos, el álbum de Jackeline De Barros y Nono Granero, Abuelos, de Chema Heras y Rosa Osuna o La máquina de fabricar besos, de Agnès de Lestrade y Chariotte Cottereau. Hilando con el hechizo de Gala, la protagonista de este último cuento, para realizar la dinámica les pedimos que escribiesen en un papel qué hechizo sufrieron en su juventud o quién fue la persona que los hechizó. Habían comenzado pronto a trabajar, o se casaron pronto y eso les dificultó -o les impidió- hacer algo que les hubiese gustado: viajar, disfrutar de la soltería, estudiar... Mientras, pusimos la canción “Manos de mujer”, de Marta Gómez.
En cada actividad desplegábamos en el suelo, como centro, un mandala de tela donde teníamos colocados, entre otros objetos: un fuego de fieltro, una olla con su cuchara y un baúl donde guardábamos el objeto mágico. Una vez rellenado el papel con su hechizo, pasamos la olla, donde ellas los metieron para que el fuego los transformase. Con todo el respeto que merecían les hacíamos saber que esos papeles los quemaríamos de verdad, y días después les mandábamos las fotos que servían como excusa para crear un nuevo encuentro de mujeres, pero ya sin nosotras. “Como si de niñas se tratase, tuvimos que contenerlas varias veces ante su pregunta: ¿qué hay en ese baúl?. Estaban deseando que lo abriésemos”. Les contamos el cuento monosémico de autor desconocido “Un corazón perfecto”, que nos sirvió para darles como objeto mágico una piruleta en forma de corazón, dulce y perfecto como los suyos. “Antonia, con su piruleta en la mano decía: “a ver qué soñamos esta noche”. Y solo por eso mereció la pena. Yo llegué a casa más liviana de equipaje, con un sapo más lustroso y contenta de haber rescatado y mostrado a una de las mujeres de mi linaje”.
REPOSO
“El mundo de la Cuentoterapia ha contribuido a que a veces pueda ver con perspectiva las cimas que me rodean, elegir a cuál quiero subir, cuándo y por dónde subirla y entonces poder disfrutar del camino, de la llanura y la pendiente, de las piedras que me hacen resbalar, de las ramas o raíces de los árboles a las que me agarro cuando resbalo. A veces la angustia y el miedo a la caída hacen que me agarre a un espino. A veces soy consciente de que otras y otros buscadores hicieron ese camino de herradura que hoy facilita el mío, puedo darles las gracias, y dejar de pensar que este camino no iba a ninguna parte. A veces puedo intuir dónde está el agua o el fruto que alegran mi ascenso, y me recuerdan que en cualquier resquicio de la seca y árida roca puede una violeta, un lirio o un cardo encontrar el valor y la luz para crecer. A veces hasta incluso puedo cambiar de idea a mitad de camino y subir por laderas menos empinadas, aunque éstas sean más largas. Y así, poco a poco, colina tras colina, curso tras curso, recorriendo subidas y bajadas puedo ir limpiando mis sapos para mantener reluciente mi bola dorada”.
El comando de Cuentoterapia ha seguido y sigue contando con otras compañeras amantes de los cuentos y no ha parado de llevar a cabo sus objetivos originales: difundir la Cuentoterapia y disfrutar haciéndolo. Hoy codirijo la escuela de Albacete y la Cuentoterapia sigue siendo para mí una herramienta que me permite descubrirme de una manera más amable.