Las mentiras que vislumbran verdades

Carolina Pérez García. Licenciada en Filología Francesa, docente de secundaria y artesana.

Siempre he sentido una gran fascinación por el origen de la vida y un profundo respeto por el misterio de las cosas. Creo que el cuento maravilloso es un conjunto de arquetipos que nos aproxima a lo arcano del inconsciente colectivo, nos ayuda a comprender nuestras profundas añoranzas infantiles, como si los misterios de la humanidad se pudieran revelar.

El enfoque de la Cuentoterapia, con su lectura de los cuentos populares desde sus mapas psicológicos, contribuyó a que me encajaran las piezas y los diferentes caminos de mi propio puzle; creo que los cuentos maravillosos nos permiten conectar con la humanidad de todos los tiempos, nos ofrecen una convivencia más natural entre lo cotidiano y esas eternas preguntas.

Sin duda el cuento es un legado de la humanidad, un presente de ese pasado de donde todos venimos y al que en ocasiones necesitamos regresar para conectar con nuestras raíces y seguir avanzando después como seres menos fragmentados.

Siento que la artesanía cumple esta función antropológica, permite reinterpretar el gran misterio de la vida, quizá porque al trabajarla podemos conversar con otro tiempo y desde otro espacio, ya sea con la voz, con el cuerpo, con las manos...

La fuerza de las imágenes personales que nos surgen al oír un cuento narrado me llevaron a las manos, sus paisajes y paisanajes me empujaron a modelar momentos del relato en títeres de lana. Sus símbolos y personajes aparecen en figuras como éstas que esculpí para retener el momento armonioso de la vuelta a casa de “La Princesa mona”. Es la carta El Carro, del Tarot de los cuentos, que vemos más abajo, y está inspirada en la bellísima carta ilustrada por Laura Gómez Marín. La lana de oveja es un material noble, natural, sostenible y muy intuitivo que permite crear desde un caos de micro fibras entrelazadas de pelo de oveja. Se parte de una masa natural, de vellón puro sin hilar, con olor a tierra y animal salvaje para llegar a personajes de cuento como estos de la imagen.

Sin duda en los procesos creativos hay una cierta magia, la acción de la propia creación comporta la respuesta a un llamado interno que procede de otro espacio y otro tiempo.

La técnica de afieltrado en seco de lana con aguja es magia pura: cada nuevo personaje creado con nuestras manos cuenta algo más del relato, facilitando que el juego prosiga. Así empecé a trabajar mis figuras de lana; ellas me hablaron como títeres de vellón para teatrillos de mesa y respondieron a mi necesidad de integrar de forma consciente lo inconsciente. Me volvieron a contar el cuento.

La mona en sus inicios.

La mona en sus inicios.

El relato era el mismo pero ahora podía elaborar otra representación de la trama. Encontré en los títeres un medio de proyección, expresión y resolución de conflictos, tal y como ocurre en el cuento maravilloso.

Los títeres pueden ser también portadores de símbolos donde la propia materia, en esta ocasión la lana, actúa de interlocutor entre pensamiento y lenguaje, como hace el cuento, sostiene Antonio Almodóvar. Es decir, el cuento, la artesanía o cualquier manifestación artística ayuda a entender mejor el mundo, a forjar las entendederas, en palabras de Machado. Con cada parte del proceso de creación de la figura conoces algo nuevo de su historia, como si el propio títere contara una parte del viaje desde su punto de vista. Es como montar conscientemente el andamiaje de los hechos, pues cada cuerpo que va surgiendo del modelado de esa lana cuenta un nuevo detalle.

Con la creación de estos dos príncipes del Carro del Tarot constaté con mis propias manos que tanto lo masculino como lo femenino parten de una misma estructura. Se trata de una forma andrógina; son los adornos posteriores los que le dan el matiz de mujer o de hombre. El origen del cuerpo base es el mismo, los adornos son únicamente elementos superficiales y posteriores.

La procedencia de los cuentos y la artesanía me condujeron a su vez hasta la arqueo lingüista Marija Gimbutas. Sus descubrimientos de figurillas de terracota de la vieja Europa nos muestran unas de las primeras manifestaciones artísticas de lo humano y, releyendo a G. Rodari, comprendí que los títeres tienen sus más lejanos antepasados en las máscaras rituales de los pueblos primitivos y que llegaron a los niños a través de una doble caída: de lo sacro a lo profano, es decir, de lo ritual a lo teatral y, después, del teatro al mundo del juego.

Jugar y crear es siempre una bendición y hacerlo me permite conectar con el alma del niño que irremediablemente nos acompaña siempre. Aunque vivamos adormecidos, basta un olor, un sabor a madalena de Proust, un cuento narrado o un hacer artesano para despertar y entrar en ese estado casi de trance creativo. La entrada a ese baile, a ese juego creador es angosta, es como un túnel, es la madriguera por la que Alicia se introduce a su país de maravillas.

Los títeres encarnan a la perfección el doble mágico, son el otro yo, se colocan delante de nosotros, podemos tocar y marcar sus pasos, porque son los nuestros, pero vistos desde otro ángulo. Es un juego de mentira en el que hay algo manifiesto y algo que permanece escondido, lo misterioso. Su naturaleza es tan dual como la del símbolo. Son de naturaleza ambivalente, nos llevan a la verdad a través de la mentira, esas mentiras que vislumbran verdades, las que parecen dormidas porque posiblemente están muy escondidas en esa madriguera. Dicen que la verdad no se muestra, se vislumbra a través de lo simbólico y de su lenguaje anímico.

Los cuentos, el tarot, los títeres son descubridores de partes ocultas o reprimidas de la personalidad. Veo en estas manifestaciones artísticas un juego entre ocultar y revelar. No creo que sea casualidad que uno de los juegos preferidos de los bebés sea el “Cucu Tras”, y el escondite el juego preferido de los niños, en su primer septenio. Yo adoraba jugar al escondite y al “Un, dos, tres, caravana es”, juegos que bailan entre la mentira y la verdad, entre mostrarse y ocultarse, entre moverse y ser real o permanecer inmóvil, cual estatua, como estos títeres de lana que posan fijos para la foto.

La inmovilidad aparente que nos invade cuando estamos entretenidos en tales juegos son como esos períodos de impasse que experimenta el protagonista del relato en su historia, cuando surgen los obstáculos en ese gran viaje del héroe, el monomito de Campbell.

El caballo en sus inicios.

El caballo en sus inicios.

En la artesanía también hay tramos complicados, es otro viaje del héroe, pues hay momentos en los que tu creación eligió, muy a tu pesar, otro camino y toca soltar o integrarlo de algún modo. En definitiva, comprender el arte de los títeres desde estos planteamientos me ha hecho revalorizar los juegos de infancia y percibir lo sanador de los cuentos populares. La metáfora en los cuentos nos deja entrever, nos adelanta un camino, nos avisa de las encrucijadas que debemos solventar en nuestra vida cotidiana, como mentiras que esconden grandes verdades.

Manos ágiles, mente audaz, dice el aforismo. Me sumo a ese juego de palabras que define a la artesanía como un “arte sano” cuya misión puede ser también la curación a través de un trabajo creativo en el que usamos nuestras manos. Cuando nos adentramos por afición o vocación en un oficio artesanal, uno se puede convertir en transmisor de la tradición popular, de las vivencias y valores legados por los ancestros.

Cierto es que no todas las tradiciones son buenas, pero aquí toca a cada cual aportar su grano de arena y su nueva visión a esta cadena humana.

Un aspecto importante de esa transmisión intergeneracional es el vínculo que nace entre el adulto y el niño cuando ambos crean juntos, me parece imprescindible la integración de una Pedagogía Artesanal en el aula, en la educación.

La artesanía te permite crear hablando de ti mismo pero sin decir “yo”. Es un proceso laborioso y lento que te deja vivir en el “aquí y ahora”, sobre todo con la técnica de afieltrado en seco: la lana de oveja acaricia, es suave, como la vida a veces, pero la aguja que une las micras de la lana pincha y duele, como lo hace la vida en otras ocasiones.

De entre todas las cartas del Tarot de cuentos, elegí crear en esta ocasión la del Carro, porque esos dos caballos negro y blanco me hablaron directamente a las entrañas: el equilibrio de esta carta me pareció uno de esos grandes anhelos compartido por la humanidad, alcanzar esa armonía entre la luz y la sombra, lo hermoso y lo grotesco, lo falso y lo verdadero… Esta carta del Carro es la VII del Tarot de los arcanos mayores, viene después de los enamorados.

El Carro. Recreación con figuras de lana del arcano VII del Tarot de los cuentos.

El Carro. Recreación con figuras de lana del arcano VII del Tarot de los cuentos.

Ya uno cree saber lo que quiere y debe pasar a la acción: esto conjuga muy bien con la labor manual artesanal, “aquí y ahora”. Llega el momento en el que debemos “tirar del carro” y el carro pesa pues él lleva sus verdades y en ocasiones parece más fácil deshacerse de él, cuenta cosas que quizá preferimos eludir. No obstante, con este trabajo de confección de las figuras del Carro del Tarot del cuento se puede ver claramente que el fin de esta labor artesanal y personal no es desembarazarse de lo que molesta, o de lo que pesa, sino transformarlo, volver a representar la trama.

En este caso el Carro es el todo, pero el todo está compuesto de varios elementos. Es como el proceso de lecto-escritura, otro de los grandes orígenes. Las palabras están compuestas de líneas y curvas, cada letra lleva impresa línea y curva, es otra metáfora de la pedagogía del diálogo entre los opuestos complementarios, entre el placer y el displacer del VII libro de la República de Platón. Las líneas rectas del príncipe o de las patas de los animales y de sus cabezas firmes permiten un trabajo más rápido a la hora de afieltrar con la aguja; requiere de incisiones más seguidas, es un viaje en línea recta. Esto se contrapone con las curvas o las líneas más suaves de los ropajes de la princesa o las de esa mona mandona que los acompaña: curvas son sus orejas, curvas su cabeza, curvas sus piernas y casi hay una curva de corazón en su rostro.

La variedad de elección está servida y es como la magia, expande conciencia, cada color cada camino te cuenta otra posibilidad de relato. Empecé este artículo preguntándome por los orígenes y sus misterios, por lo intangible y lo concreto. ¿Será verdad que en el proceso creativo, durante el hacer artesanal o al escuchar un cuento por ejemplo, abrimos una puerta de conexión con algo que nos trasciende?

Y siempre las preguntas, los misterios. Quizá hay que acostumbrarse a vivir con preguntas, aceptar que el viaje siempre es entre dos mundos y que en medio puede haber un punto de intersección donde no es necesario encuadrar los símbolos, los misterios o la compra de la semana en el mundo de la verdad o en el de la mentira. Quizá no hay límites definidos entre lo real y lo imaginario: esto desconcierta pero es fascinante y nos empuja a caminar, como el horizonte de Galeano que solo sirve para avanzar. Laura Lleonart plantea la idea de que la necesidad de diferenciar entre lo verdadero y lo falso es un rasgo únicamente cultural y que la cultura occidental no lleva nada bien las concepciones híbridas. Sin duda, nos cuesta convivir con la incertidumbre. El contacto con lo numinoso nos deja sin palabras como ocurre con los cuentos o con cualquier manifestación artística que nos evoque otro mundo que nos emocione…

Miren esos títeres de la imagen del Carro, están inmóviles, quieren engañarnos pero nosotros sabemos que están esperando a que nos demos la vuelta para reanudar su camino, para entrar en acción, como los juguetes de los niños mientras dormimos, cuando el silencio deja oír las verdades.

El Carro también sabe que no hay camino, que se hace camino al andar. Consuela imaginar que en ese punto de intersección entre lo verdadero y lo falso todo pueda estar en el camino, que todo puede ser, ¡es otro misterio!

Este artículo fue publicado originalmente en el número cinco de la revista anual de AICUENT, en diciembre de 2019





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