Cuentos al viento

Carmen Cerezo Cánovas

Educadora infantil. Trabaja en el ámbito de la educación complementaria y no formal. Formada en Cuentoterapia y también cuentera ocasional.

Llevaba siempre en un macuto cinco o seis cuentos emosémicos; por lo que pudiera pasar. Porque los cuentos eran un recurso imprescindible para trabajar en un centro de conciliación. Al menos lo fueron para mí, durante ese período de mi vida que se cerró hace unas semanas. En el ámbito de la Educación Extraescolar es imprevisible saber lo que puede pasar. Prever la asistencia del alumnado es como acertar una primitiva, y los motivos para no hacerlo pueden ser variopintos, a veces pronosticables: un dolor de barriga, la fiesta de cumple de un amiguito, un mi mamá no ha podido traerme... o sencillamente, que me quedo en casa. Y el insólito verano del pasado año se añadió una cuarentena por causas sanitarias. Qué cosas. Otras veces las verdaderas razones están ocultas detrás de un velo para no revelar las miserias. Las excusas solapan circunstancias diversas: problemas económicos para pagar el transporte, dificultades para conciliar, permisos paternos o maternos -según quien custodie al menor...

Con estos ingredientes en la cesta, cada día estaba dispuesta a hacer un doble salto mortal de espalda con tirabuzón, intentar no caer en plancha, sino de pie con los tacones puestos y bien peinada, y el bolso intacto. Y salir tan digna a coger aire, aunque el viento fuera huracanado. Llegaba con el bolso repleto de cuentos -que fueron cambiando con el tiempo- y también de actividades, pensadas para aplicarlas y adaptarlas, no sólo al número de alumnos del primer tramo de primaria, sino al momento presente, a la inmediatez, al aquí y al ahora, sabiendo que mañana será otro día. Así fue durante algunos años.

Como cuentoterapeuta asisto, desde lo más racional, a talleres, a los encuentros bianuales de la asociación, acompaño a docentes y así la maquinaria no para, está engrasada: ¡Más madera! –Gritaba Groucho. En las lejas, -las estanterías, como decimos en Murcia-, todo está en sus sitio, bien ordenadito: los dosieres de los talleres, los apuntes, las anotaciones, los álbumes y cuentos. Y cuando llega el momento de escoger los cuentos que pondré ese día en la mochila... Silencio. ¿Qué es lo que hace que elija uno y no otro? ¿Qué catalizador se mueve por dentro de tu cuerpo para que cojas ese cuento y no el que está al lado? ¿Es tu cuentoteca apropiada para trabajar lo que te has propuesto hoy? ¿Cumplirá el objetivo de tu programación? Sí. Sí, porque la sinapsis que hace posible que acertemos son los latidos de nuestro corazón. Porque como una vez dijo Lorenzo Hernández Pallarés, esos latidos son el primer cuento que un niño escucha en el vientre de su madre.

Y dónde el corazón se inclina, el pie camina. Y entonces llego al aula y… pasa. Sí, se produce la suelta de cuentos al viento, y es como una suelta de globos en una fiesta de cumple; los cuentos suben y suben y el viento se encarga de todo lo demás. Hay días de vendaval y hasta los hay de viento huracanado, ¡hay torbellinos, ciclones!, brisas tenues y calmas también... todos estos aires tallan, moldean y pulen la forma de cada sesión. Quienes soplan son ellos, las niñas y niños que acuden cada día. Y lo hacen ayudados por la Rosa de los vientos, que les orienta para dar con el rumbo bueno. Aunque hay días que no sopla el viento, porque ellos no quieren cuentos. Pero hay días en que les veo la cara y salta la chispa. Sé que, por mucho material que se tenga, el recurso principal es el profesor. Y si no estás bien, pues modelas tu estado de ánimo para poder compartirlo.

dibujo 1. Periquitín y la bruja Curuja. Adrián, cinco años

Una tarde de otoño de hace algunos años, una bocanada de aire fresco me trajo una hoja con un dibujo realizado por un alumno. Creo que fue en el 2015, cuando yo sólo había hecho algunos talleres de Cuentoterapia. Estaba contando “Periquitín y la bruja Coruja”, y cuando mis ojos vieron aquel dibujo me estremecí: Periquín en la jaula, la puerta y la llave (dibujo 1). Aún lo conservo, soy una ladrona de dibujos. Me di cuenta del poder de aquella obrita y de todo lo que significaba. Pedirles que dibujaran no sólo era un recurso rápido, espontáneo, profundo y creativo; apropiado para el tiempo y el espacio de que disponía. El poder simbólico y arquetipal de los dibujos me hizo ver que aquello era Cuentoterapia en estado puro, y express. A buen entendedor pocas palabras bastan. Si nos fijamos en el dibujo, comprobaremos que expresa todo lo que en aquel momento Adrián, su autor, sentía; qué problema había, qué impedimentos tenía y cómo se solucionaba. Lo revelaba el orden de los elementos esenciales, el color rojo de la puerta y el amarillo de la llave. Aquella tarde me llamó la atención cómo había dibujado la llave. Parecía una figura humana, una gran cabeza con extremidades.

Y así empezó todo, yo contaba cuentos y las criaturas dibujaban. Elegía cuentos de tradición oral, aunque confieso que con tantas horas por delante y sin tener que enseñar lengua ni matemáticas, también jugué a contarles álbumes ilustrados, cuentos emosémicos. A ver qué pasaba. Se los narraba -sí, me los sabía muy bien- y nunca les mostraba las ilustraciones, para que no interfirieran en su imaginación. Después de hacerlo les ofrecía un folio en blanco, un lápiz, una goma y si lo deseaban, unos colores. Con el tiempo supe que un montón de autores han dedicado sus vidas o parte de ellas a escribir libros sobre el dibujo infantil. Oh, perdón, no sabía que yo había llegado después. Es que mi cabeza rueda más lenta y los centros que arbirtran mi vida son la emoción y el instinto. Chanzas aparte, lo que quiero decir es que me di cuenta de que los niños no dibujaban porque sí, sino que me estaban diciendo algo.

Según Jung, el mundo interior puede representarse a través de imágenes y símbolos cuyo origen se encuentra en el inconsciente, el centro de la creatividad. Aparecen en creaciones de todas las disciplinas: música, danza, escultura... y también en los dibujos de los niños. Y estos símbolos pueden actuar como medios de curación. En El secreto mundo de los dibujos, Gregg Furth nos explica que el dibujo tiene un efecto catártico y esto permite que el símbolo ponga en movimiento la energía interna e inicie el proceso curativo. Por esta razón, yo sólo tengo que compartir la obra de arte, el cuento, y dejar actuar al viento, dejar que la brisa les impregne. Por otro lado, la práctica del dibujo favorece el desarrollo creador del alumnado, impulsándolo a expresarse con fluidez, a mostrar su punto de vista. Al dibujar, inspirándose en los cuentos, todo ellos ponen en marcha habilidades de selección, asociación y síntesis, además de adquirir conocimientos.

Es sabido que el dibujo infantil va a diferenciarse según la etapa evolutiva en que se encuentre el niño. Viktor Lowenfeld, un pionero en el campo de la educación artística nos explica que, “a medida que el niño crece, sus expresiones creadoras son una manifestación visible de ese crecimiento, van cambiando...”. Él y Antonio Machón nos describen en sus obras las etapas del desarrollo gráfico. Avanza desde las representaciones gráficomotrices en el periodo del garabateo desordenado, hasta el periodo del realismo subjetivo, con la narración gráfica; pasando por el periodo de esquematización dónde se pasa de la representación simbólica a la figurativa. Cada una de estas etapas nos muestra una forma de pensar, sentir y plasmar un contenido inconsciente pletórico.

Lo que el viento se llevó…

Dibujo 2. De balcón a balcón. Belén, nueve años.

Este pasado verano de separación física y corazones cercanos, de mascarillas y mocos, lo comenzamos con incertidumbre. Era allá por el mes de julio del Año de No Tocarnos. Fuimos los primeros y eso no es mejor ni peor, es lo que es. No había experiencia previa de convivencia con el “Bicho” en las aulas. Tenía que seleccionar cuentos para ese momento tan delicado, el de ver a las criaturas por primera vez tras cuatro meses de confinamiento. Después de mucho alcohol -perdón, de hidroalcohol-, algo de lejía, y después de hacer combinaciones puzzlerianas (también me invento palabras) con el mobiliario, me encontré el 1 de julio frente a quince alumnos, mascarilla con mascarilla y sin saber qué cuento contar. El viento se los había llevado todos. Y entonces les hice una pregunta: ¿Cómo os habéis sentido durante estas semanas en casa? He escogido uno de sus dibujo-respuestas para ilustrar este artículo (dibujo 2).

Cada vez que recojo los dibujos les hago una pregunta a los críos e intento ser lo mas neutra posible: ¿Qué has dibujado? Copio literalmente sus palabras en el folio. A veces me sorprendo con algún garabato indescriptible y al hacer la pregunta el crío me contesta: ¿ no lo ves seño, es un árbol? Me sentí sobrecogida ante su pregunta. No interpretaré ninguno de estos dibujos; hay muchas publicaciones al respecto, que ustedes podrán consultar. Además, siento un gran respeto y consideración hacia los artistas.

Viento de cola… Aquí mi perro, aquí mi caballo, aquí mi lanza.

Dibujo 3. Durmiendo. Adrián, ocho años.

Y aquel 1 de julio el viento de cola me impulsó a elegir el primer cuento de tradición oral; lo tenía fresco, analizado. Y confieso que soy un poco bestia a la hora de contar, lo hago sin contemplaciones. Escogí "La serpiente de las siete cabezas y el castillo de irás y no volverás", la versión recogida en el Tarot de los Cuentos. También voy a compartir con ustedes dos de los resultados que obtuve (dibujos 3 y 4). De los trece dibujos que se realizaron ese día, todos los niños dibujaron castillos y serpientes, y la mayoría de las niñas figuras humanas, de personajes ubicados en distintos pasajes del cuento. Esa tarde nos dio tiempo a jugar con las cartas de este Tarot, y me impresionó ver cómo interpretan un cuento a partir de la carta o las cartas que lo ilustran. Eso lo contaré en otra ocasión.

Dibujo 4. Gorka, 6 años.

El segundo cuento oral que les narré durante ese verano ventoso fue "Estrellita de Oro y Rabo de Burro". También escogí la versión del Tarot. Reconozco que las cartas me facilitaron la elección, porque las ilustraciones que hizo Laura Gómez para este cuento me cautivaron desde el momento en que las vi. A una alumna le tocó el arcano número VIII y tan pronto lo vio dijo: “maestra, a mi esta carta no me gusta”. Es la carta que muestra la satisfacción de la madrastra y su hija tras dejar ciega y muda a Estrellita de oro, que yace a sus pies, sobre una roca negra. Pero volvamos a los dibujos de los críos. Aquella fue la primera vez que todos dibujaron figuras humanas. Ni qué decir tiene que ellos y ellas pintaron Estrellitas, y alguna la pintó acompañada de Rabo de Burro; la pintaron todos menos uno, que dibujó “al hombre vendiendo las rosas”. Dos varones dibujaron a Estrellita “cuando le sacan los ojos”. Contarlo me da escalofríos. También comparto con ustedes dos de sus dibujos (números 5 y 6).

El tunel del viento…

Me viene al pensamiento una línea leída en la página de la editorial Kalandraka. Leída y algo modificada a mi gusto. Dice: Mientras el caos se apodera de todo, la sombra marca el camino. Es la escueta sinopsis de Non Stop, el último álbum de Tomi Ungerer, publicado póstumamente. Se los recomiendo. Y es que el dibujo sabe, la criatura sabe desde su interior. Y yo lo que hago es “escuchar” con los ojos, “leer” lo que dice el dibujo; me concentro en las emociones que sus dibujos despiertan en mí, no en las interpretaciones que haga. Por otro lado, no es necesario compartir las propias impresiones con el alumnado; si él tira, yo tiro. Si yo veo un monstruo y el chiquillo dice que es un ángel, no me aferro a mi visión; ya irán estableciendo ellos sus propias asociaciones, para que aflore el misterio, si lo hubiera. Así construirán su mapa del tesoro.

Dibujo 5. La serpiente de las siete cabezas y el castillo de Irás y no Volverás. Ismael, 7 años

Al final no se trata de elementos aislados, cada dibujo realizado por un mismo niño es un componente, una parte de un todo. ¿Por qué fulano dibuja siempre el cielo o el arcoiris, por qué marca la línea del suelo, por qué sus garabatos son impulsivos; o por qué marca las trayectorias utilizando el rojo? Y además, ¿Por qué le rechina esa parte del cuento, si las mayoría de las veces dibuja sus finales felices? ¿En qué momento se encuentra, cuales son sus miedos, sus preocupaciones, sus anhelos, sus fantasías?

Dibujo 6. El castillo de Irás… Thais, 6 años.

Volaron muchos más cuentos, que tendimos en la cuerda con pinzas para que el viento no se los llevara, como a María Sarmiento; aunque a veces cagar es liberador, sanador y confortable... tanto que cuanto “más cagaba más se me llevaba”. Que se lo pregunten a los tres cochinos del cuento. Durante aquellos días navegamos a lugares insospechados con Daniela Pirata, tan valiente. El pequeño conejo blanco nos ayudó con su insistencia a comprender que siempre aparecerá alguien para ayudarnos. Echamos fuera de nuestras vidas al monstruo verde, por un ratito; conocimos a Celeste, la estrella que bajó del firmamento para cumplir su sueño de vivir en el mar; conocimos a Pepín Pinzón y como él, nos sentamos a escuchar nuestros pensamientos. Él también nos dijo que llegado El gran día, echáramos a volar solos. Y queridas cebras lectoras, “si el viento bandido se ha llevado las rayas de tu vestido”, es porque Así es la vida. Si el virus lo cambió todo, todo no puede seguir igual. Abrid las puertas y las ventanas, que pase el viento: ¡a planear, a descender, a airearse! Que navega mejor el que tiene buen viento, que quien rema con mucho aliento.

Gracias, nenes.


Bibliografía:

El Secreto mundo de los dibujos. Sanar a través del arte. Gregg M. Furth. Ediciones Luciérnaga.

Desarrollo de la capacidad intelectual y creativa. Viktor Lowenfeld y W. Lambert Brittain. Editorial Síntesis 2008 (1987), Madrid.

Los Dibujos de los niños. Génesis y naturaleza de la representación gráfica. Un estudio evolutivo. Antonio Machón. Editorial Fíbulas. Mayo de 2016. Nueva edición revisada.

Álbumes y cuentos mencionados:

“Periquín y la bruja Curuja”. Versión de A. R. Almodóvar en Cuentos de la Media Lunita.

Daniela pirata. Susanna Isern. Editorial Nube Ocho, 2018.

El Pequeño conejo blanco. Xosé Ballesteros y Oscar Villán. Editorial Kalandraka.

¡Fuera de aquí, horrible monstruo verde!. Ed Emberley. Editorial Océano.

Celeste, la estrella marina. Carmen Gil y Carmen Queralt. Editorial Combel.

El Salto. Paola Rigiroli. Editorial Kokoro.

El Gran día. François Roussel. Editorial Picarona.

Así es la vida. Ana-Luisa Ramírez y Carmen Ramírez. Editorial Diálogo.

La cebra Camila. Marisa Núñez y Oscar Villán. Editorial Kalandraka



Este artículo fue publicado originalmente en el número seis de la revista anual de AICUENT, en la primavera de 2021.




































Anterior
Anterior

En cada cuento, un laberinto (II)

Siguiente
Siguiente

En cada cuento, un laberinto (I)