Los cuentos maravillosos: una escuela de magia

Jorge Pérez Pérez

Docente de AICUENT, narrador oral, sociólogo y especialista en simbología.

Los cuentos de la tradición oral son la mayor herencia que nos dejaron nuestros antepasados, un inagotable tesoro cuyas riquezas están a nuestro alcance cada vez que nos sumergimos en uno de ellos. Su legado hoy a duras penas sigue vivo, porque ahora se piensa que lo antiguo ya está superado y no vale para nada; porque en la idea de progreso lo que vale es lo nuevo. Llevados por la convicción de que el mundo va hacia adelante, creemos que vivimos en el mejor de los mundos posibles. También de esto nos avisaron nuestras abuelas a través de los cuentos, contando siempre los mismos con las mismas verdades de siempre. Aún se siguen escuchando los ecos de sus voces: “No os dejéis deslumbrar por lo nuevo y moderno”. Los cuentos maravillosos son caracolas que guardan su voz y su memoria.

Los cuentos son incluso más antiguos que nuestras abuelas, tanto que la tradición oral es la mecedora donde ellas se mecían cuando contaban cuentos. Lo hacían rodeadas de niños y niñas, adultos y mayores, que se quedaban con la boca y los ojos muy abiertos, porque las imágenes les alimentaban tanto, que no querían dejar escapar ni un detalle. A mí, cuando hago de abuelo y narro por los cuatro vientos, lo que más me gusta es quedar fascinado una y otra vez por esas expresiones que aparecen entre las caras de la gente. Son como huellas del asombro y muestran la total escucha, la presencia de aquellos niños y adultos que han sido alumbrados en lo más íntimo y se han quedado desencajados del tiempo.

Y es que los cuentos no dejan indiferente a nadie, incluso a los que se creen que la cosa no va con ellos; porque nada tienen de inocentes y están hechos de la más alta sabiduría. Recuerdo a alguna compañera de taller que me hablaba sobre las expresiones de mi cara cuando yo escuchaba los cuentos que nos contaban; me decía que incluso a ella, que también los estaba escuchando, le impresionaba verme. Fue con el cuento “Juan sin miedo”, el de ese hombre descarnado que ni siente ni padece; y también con otros como “Juan, mi erizo” o “La tierra quiere lo suyo”. He tenido que recoger la mandíbula cuando ya me llegaba por el pecho. En fin, como dice el saber popular, la cara es el espejo del alma.

Si hay algo que a todos nos fascina en los cuentos maravillosos son sus objetos mágicos. Nos ayudan a superar todos los obstáculos que se nos presentan en el camino, y llegan de la mano de esas ancianas y ancianos sabios que nos susurran como conseguirlos o cómo emplearlos adecuadamente. ¿Quién no ha soñado alguna vez con tener un sombrero que nos haga invisibles a los demás, o una alfombra o colcha que nos transporte a cualquier lugar que deseemos, o el ungüento que puesto en los ojos nos permite ver todos los tesoros del mundo? ¿Quién no desea llevar consigo ese mantel que se llena con las mejores comidas y bebidas, con solo pedírselo? ¿Y que me decís de ese bolsillo en el que el protagonista mete la mano, y siempre que lo hace saca una moneda de oro? O esa nuez donde cabe el vestido más hermoso de todos, el del color del cielo. Para enfrentarnos a los enemigos o huir de ellos, pues son muchos los que pueblan el mundo de los cuentos, tenemos la espada que jamás puede ser vencida por ningún adversario; o el peine que arrojado por la cola del caballo, crea un tupido bosque que frena a nuestro perseguidor.

¿Y qué me decís del personaje que, con solo decir “Hombre soy, viento me vuelva” puede escapar? Estoy seguro de que nadie se negaría a tener el ovillo de hilo que se echa a rodar, indicándonos el camino a seguir; o el anillo que concede todas las gracias, ese que nos da la culebrita solo por ayudarla. ¿Y no sería hermoso que salieran rosas de nuestra boca cuando nos reímos de verdad, con el corazón? También nos gustaría saber dónde encontrar la flor que cura todas las enfermedades, hasta las más raras; y cómo puede volver a dar vino aquella fuente. Y tener en nuestro bolsillo la oreja del duende, para morderla cuando necesitamos que venga en nuestra ayuda. ¿Quién no se atrevería a soñar con poder construir un palacio de la noche a la mañana, transformar el trapo más sucio en la toalla más hermosa, encontrar fresas bajo la nieve del invierno, hablar la lengua de los pájaros y entender a todos los animales?... antes se me secaría la lengua que poder contar todas las maravillas de los cuentos.

Los cuentos nos enseñan cómo traer toda la magia que pertenece a ese otro mundo, a este de aquí. Basta escuchar con el corazón. Aunque a veces podemos crear algún truco que nos ayude a hacerlo de un modo más práctico y concreto. Por eso te propongo que uses el tablero —el que muestro en este artículo— para jugar a traer la magia de los cuentos a tu vida. Es mucho más fácil de lo que te imaginas. A aquellos que tengan sus dudas, les diré que este juego no requiere que hagamos un acto de fe ni asumamos una creencia. No crean nada de lo que yo les diga, compruébenlo por sí mismos, verifíquenlo; solo los resultados obtenidos constituyen la verdadera prueba de la eficacia y el valor de este juego.

Entonces, para comenzar vamos a buscar una piedra común —no un cristal—, cuyo tamaño sea proporcionado a los cuadrantes de nuestro tablero. Y una vez que la encontremos, le vamos a hablar, como en el cuento del príncipe durmiente, cuando ella, la heroína infatigable, pregunta a la “piedra dura dura” y esta le responde siempre la verdad. Pues nosotros hacemos igual, y primero le preguntamos si se quiere venir con nosotros para ayudarnos. Recuerda que todo vibra, que todo vive, que a través de la palabra nos armonizamos. Así, lo primero que tenemos que hacer cuando encontremos la nuestra, es reconocernos a nosotros mismos ante la Tierra, diciendo: yo soy (mi nombre) y declaro que existo, que soy pura vida. De esta manera, la piedra elegida nos reconocerá a nosotros. A su vez, para reconocerla como algo vivo, la ponemos cerca de nuestra boca y le damos tres alientos de vida. Así la tendremos lista para pedirle que actúe como queramos.

Luego pondremos la piedra sobre el cuadrante deseado, meditando sobre lo lo que hayamos pedido. Si elegimos el centro mental, seremos reyes y reinas. Cuando necesitemos claridad mental para tomar una decisión, para poner en orden nuestras ideas, para saber lo que queremos o lo que nos falta respecto a un asunto determinado; cuando necesitemos sentirnos dueños y soberanos de nuestra propia vida; y en fin, cuando necesites usar tu inteligencia, darte cuenta de lo que sucede y reconocer tus recursos. Entonces le daremos tres alientos de vida a la piedra y le diremos: “yo soy el rey o la reina”. Y la llevaremos con nosotros.

Si la ponemos sobre el centro emocional, seremos los héroes y heroínas de nuestro cuento. Cuando necesitemos ponernos en marcha, pasar a la acción, hacer realidad un deseo, expresar los sentimientos propios o escuchar los de otras personas; cuando queramos comprometernos con algo, sacar nuestro coraje y valor, no tener miedo a nada... para todo aquello que tenga que ver con el corazón, le daremos tres alientos de vida a nuestra piedra y diremos: “yo soy el héroe o la heroína”.

Y si el cuadrante elegido es el del centro instintivo, seremos hadas y magos. Cuando necesitemos que se produzca una sincronicidad —como encontrarnos con alguien o cuadrar una fecha—, o cuando el héroe o heroína no puedan vencer determinadas resistencias que le impiden avanzar; o cuando nos haga falta esa respuesta que no viene, en estas ocasiones pediremos ayuda al hada o al mago. Ellos tienen conexión con el infinito, que todo lo sabe. Por ello, cuando nos haga falta abrirnos al poder de la intuición, a la visión que nos libera y en fin, cuando necesitemos conectar con lo instintivo, le daremos tres alientos de vida a nuestra piedra, y diremos: “yo soy el hada o el mago”.

Al escoger el centro espiritual seremos aliento. Cuando quieras sentir que la realidad no es sólo lo que tocas y ves, y quieras sentir tu hálito invisible en el hálito común; sentir que estás en el centro del mundo como todas las otras cosas, que formamos parte de algo mucho más grande y estamos hechos de la misma sustancia; cuando necesites paz, serenidad y confianza, entonces daremos tres alientos de vida a nuestra piedra y le diremos: “yo soy espíritu”.

Después de cada uso hay que darle siempre las gracias y limpiarla. Todas las dudas que te surjan las irás solventando con la práctica, en tu diálogo con la piedra, gracias a la intensidad y el amor que pongas en ello y a tu sensibilidad para la magia. Te recomiendo que construyas tu propio cuadrante. Y si alguna vez te deshaces de la piedra, dile que la vuelves a convertir en piedra común y déjala después sobre la tierra, agradeciéndole su ayuda. Ya verás cuántas cosas se van a ir desenredando en tu vida; y otras tantas las irás creando, con la ayuda de esta piedra mágica, la piedra de los cuentos maravillosos.




















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