¿Deseas mirar? Los espejos en los cuentos y los cuentos como espejos

Paulina Díaz Mosquera.

Profesora universitaria en el área sanitaria. Gestora de procesos de educación para la salud. Cuentoterapeuta.

Debo empezar con una confesión. Nunca me gustó mirarme en los espejos. Para mí era difícil aceptar un reflejo que no correspondía a la imagen ideal que yo había construido para vivir. Veía todo a través de unos lentes que parecían fabricados con el espejo hecho por el Diablo, tal como cuentan en el primer capítulo de “La reina de las nieves”; unos lentes que desfiguraban todo lo que allí se reflejaba: mis actos, mis sentimientos, mi cuerpo, todo. Por esto, no sé explicar en qué momento me conecté con el espejo como símbolo, pero sí sé que en los talleres de Cuentoterapia fortalecí la posibilidad de seguir mi instinto y aceptar que su voz me guíe hasta las experiencias y los símbolos que necesito interiorizar para crecer.

Seguir el símbolo del espejo me ha permitido comprender que, además del conocimiento que he obtenido de los diccionarios, libros, poemas, mitos, leyendas y cuentos que lo tienen como protagonista, son las resonancias que el espejo tiene en mí como intérprete, las que dan vida a este símbolo en el contexto de los cuentos o en el mío propio. A continuación, comparto tres de esas resonancias: el espejo como reflejo, el espejo como dualidad/ambivalencia y el espejo mágico, para terminar con una mirada a los cuentos entendidos como espejos.

El espejo como reflejo

Reflejarse implica poderse ver en los espejos que usamos de manera cotidiana, que incluyen los objetos a los que damos ese nombre, las personas con las que nos relacionamos y las situaciones en las que nos vemos envueltos. Cuando nos vemos en el espejo físico, actúan fenómenos ópticos como la reflexión de la luz, que muestran que sólo es posible ver aquello sobre lo que se posa la luz, símbolo que de acuerdo a Cirlot remite a la adquisición de conciencia. Así, aunque podamos vernos en el espejo físico, simbólicamente, lo que logramos ver se relaciona con las ganancias de conciencia de nosotros mismos, con los lugares de nuestro interior a los que ha llegado la luz.

'Best Friend', de Henn Kim.jpg

Pararse frente al espejo es entonces una posibilidad para verse o no verse, para aceptar o evadir el propio reflejo. Un ejemplo que invita a verse ocurre en una iglesia en San Juan de Chamula, una población ubicada en Chiapas (México), en el que los santos tienen una característica singular: están al nivel de las personas y en lugar de rostro tienen un espejo. Así que cuando alguien se acerca a orar lo que encuentra en ese otro es su propio rostro y allí sus plegarias se convierten en un compromiso consigo mismo, el compromiso de aceptarse y hacerse cargo de la propia vida. La dificultad para vernos nos la regala el mito de Narciso y Eco. Narciso, cuando encuentra su reflejo en el agua, encuentra un ideal de belleza inalcanzable que lo hace olvidar el resto del mundo hasta morir. Y Eco, la ninfa enamorada de Narciso, no puede encontrar su propio valor y por ello se desvanece en el dolor por su rechazo y solo queda su voz repitiendo las palabras de los demás. Encontrar nuestro reflejo en los múltiples espejos que nos presenta la vida es una invitación a encontrar nuestra propia esencia y aceptarla con todos sus matices.

El espejo como símbolo de dualidad y ambivalencia

Otra manera de entender el símbolo del espejo es en su representación dual y ambivalente pues tiene la capacidad de duplicar las imágenes y reflejarlas de manera invertida, permitiendo mostrar la naturaleza contradictoria, ambivalente y dual de los seres humanos. El espejo como dualidad representa un encuentro con diferentes aspectos del ser. Ver otro lado de nosotros mismos, encontrarnos con el opuesto, nos pone en contacto con el arquetipo de la sombra, como ocurre a aquel rey que se refleja en un negro que le hace de espejo y que en versión de Don Juan Manuel en el Conde Lucanor dice:

Hasta que un negro, palafrenero del rey, que no tenía honra que conservar, se acercó y le dijo:

—Señor, a mí lo mismo me da que me tengáis por hijo del padre que creí ser tal o por hijo de otro; por eso os digo que yo soy ciego o vos vais desnudo.

El rey empezó a insultarle, diciéndole que por ser hijo de mala madre no veía la tela. Cuando lo dijo el negro, otro que lo oyó se atrevió a repetirlo, y así lo fueron diciendo, hasta que el rey y todos los demás perdieron el miedo a la verdad y entendieron la burla que les habían hecho.

En la versión que escribe Andersen de este cuento, conocida como “El traje nuevo del emperador”, no es un negro sino un niño quién confronta al rey. Encontrarlo en esta versión como “el negro” le da un sentido poderoso, pues el negro, que además es quien lleva el caballo, que es símbolo del instinto, es quien le hace de reflejo. Desde una visión intrapersonal el rey estaría hablando con su propia sombra, esa que “no tiene honra que conservar” pues su oscuridad está a la vista. En su inconsciente el rey sabe que se miente a sí mismo y solo la confrontación con lo que pretende encubrir, lo libera. En el aspecto interpersonal el negro representaría a los otros como espejos que develan aquello que escondemos, que no nos gusta o no reconocemos en nosotros mismos. Por esto el rey proyecta su enojo en él, juzgando y demeritando su validez como interlocutor, defendiéndose así de lo que es evidente a simple vista y que en su interior ya sabe. El negro es además espejo para todos aquellos que sin ver la tela, dijeron verla y así propicia la verbalización y comprensión colectiva del engaño que aceptaron, de su dificultad para decir la verdad.

El espejo mágico

Los espejos mágicos están presentes en cuentos e historias de todos los tiempos con diferentes orígenes y connotaciones para su magia. Algunos permiten ver el pasado reflejando lo que algún día estuvo frente a ellos, como ocurre a Bella en la Bella y la Bestia cuando al alejarse de su hogar, puede mirar a través de un espejo a su familia en una necesidad de conexión con su origen, con el camino recorrido para llegar hasta el castillo de la Bestia, lo que le permitió comprender y asumir su nueva situación. Otros espejos mágicos actúan como ventanas que permiten ver otros lugares del presente o los deseos de nuestro corazón y también hay espejos mágicos que permiten una proyección de futuro.

Si entendemos la magia con la Real Academia de la Lengua como aquella que “por medios naturales obra efectos que parecen sobrenaturales”, el espejo mágico es una puerta para acceder a nuestra línea de tiempo personal, para transitarla, comprenderla y proyectarla. Un ejemplo de espejo mágico en que coincide la capacidad de ver el pasado, presente y futuro es presentado por J.R.R. Tolkien en su libro El Señor de los anillos, a través de un encuentro entre los Hobbits y la poderosa elfa Galadriel, dama de la luz, que transcribo en el siguiente fragmento:

Galadriel llenó el pilón hasta el borde con agua del arroyo y sopló encima, y cuando el agua se serenó otra vez les habló a los hobbits:

—He aquí el Espejo de Galadriel -dijo.  Os he traído aquí para que miréis, si queréis hacerlo.

El aire estaba muy tranquilo y el valle oscuro, y la Dama era alta y pálida.

—¿Qué buscaremos y qué veremos? -preguntó Frodo con un temor reverente.

—Puedo ordenarle al espejo que revele muchas cosas -respondió ella- y a algunos puedo mostrarles lo que desean ver.  Pero el espejo muestra también cosas que no se le piden y éstas son a menudo más extravías y más provechosas que aquellas que deseamos ver.  Lo que verás, si dejas en libertad al espejo, no puedo decirlo.  Pues muestra cosas que fueron y cosas que son y cosas que quizá serán.  Pero lo que ve, ni siquiera el más sabio puede decirlo. ¿Deseas mirar?

Esta respuesta final de Galadriel es poderosa en diferentes sentidos. Es un llamado para valorar el esfuerzo que implica obtener ese “algo sobrenatural” que donan los espejos mágicos, pues asomarse a ellos no es un acto pasivo, al contrario, implica asumir la desorientación que puede sobrevenir cuando uno se acerca a lo que no quiere ver en su interior o en las situaciones que enfrenta. Acercarse a este espejo exige un acto de rendición, pues para mirarnos en él debemos aceptar la condición de “dejar en libertad al espejo”, es decir, soltar el control, tener disposición plena. Los espejos mágicos, los que aparecen en los cuentos, nos recuerdan esa necesidad que tenemos de confrontarnos cotidianamente; ya sea mirándonos a un espejo u observando como reaccionamos ante las situaciones cotidianas. Los espejos mágicos, esos que muestran lo que sucede a distancia, o que nos devuelven hechos del pasado o que dan pistas sobre el futuro, o que nos muestran lo que verdadera y secretamente anhelamos, nos recordarían que nosotros podemos hacer lo mismo si somos capaces de mirar hacia dentro con la suficiente profundidad.

Los cuentos como espejos

'Reading is Dreaming' de Henn Kim.png

Los cuentos nos reflejan de manera universal en [sin “en”] los retos que son comunes a nuestra condición humana y nos reflejan de manera particular cuando incluyen las representaciones sociales y culturales de los contextos en que se comparten. Por esto, además de los cuentos que tienen espejos como objetos mágico-simbolicos, me atrevo a afirmar, como han hecho otros autores, que todos los cuentos son espejos, pues cada historia nos permite identificarnos en nuestras circunstancias, conectarnos con nuestra condición ambivalente, movilizar las emociones, despertar la sabiduría interior, develar brújulas para la acción y poder crear diversas maneras de habitar el mundo.

Asumir los cuentos como espejos implica además un compromiso fundamental de quién propone historias para otros, el de mirarse a sí mismo en el cuento y reconocerse en él, pues de allí saldrá la visión que proponga, el espejo que pondrá en frente de los demás. Acompañar a otros a sanar a través de los cuentos tiene el reto permanente de trabajar en la propia sanación, de rodearnos de cuentos que custodien nuestras búsquedas, de construir grandes espejos mágicos que nos concilien con el pasado y nos permitan construir otros reflejos de lo que puede ser la vida.

Finalizo con otra confesión. Aún me abruman los espejos, todavía conservo los lentes hechos con el espejo del diablo. Lo que ha cambiado es que ya identifico cuando los tengo puestos y que ahora tengo conmigo muchos cuentos que amplían mis posibilidades de visión. Puedo verme reflejada en las historias y en otros, me siento más dispuesta a mirarme en el mundo y a que otros en el mundo, puedan encontrarse en mi reflejo; me siento lista para acoger la invitación de Clarissa Pinkola, a dejar que me ocurran cuentos, es decir vida, para regarlos con mi sangre, mis lágrimas y mi risa hasta que florezcan. Hasta que yo florezca, hasta que me vea claramente.

Ilustramos este artículo con dos creaciones de la artista coreana Henn Kim. Respectivamente, “Best Friend“ y “Leer es soñar con tus ojos abiertos“.

Este artículo fue publicado originalmente en diciembre de 2019, en el número cinco de la revista anual de AICUENT

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