Sobre luces y sombras
Rocío García Pina
Médico especialista en medicina preventiva y salud pública, en la Consejería de Salud de Murcia. Estudiante de Cuentoterapia.
¿Alguna vez has escuchado decir: “cuánta luz tienes”, “eres un ser de luz”… y ves que por un momento el ego puede acariciar la dicha de esa proyección especular?
Hace algún tiempo y en algún lugar, me preguntaba ¿qué pasaría si sólo hubiera luz?, ¿cuál es la procedencia de tanta luz? ¿somos o estamos en la luz? ¿y en la sombra?... Me propuse observar estos asuntos desde fuera, tratando de darle una perspectiva más ecuánime. O al menos quise intentarlo.
Para llegar a mis propias conclusiones, que afloraron sobre todo en el taller dedicado a la sombra psíquica, me he apoyado en tres álbumes ilustrados. Los he escogido porque, a mi parecer, estas cuestiones son tratadas en ellos de una manera majestuosa. Por eso me gusta que me acompañen:
para recordarme quien soy
para no darme de bruces con la bombilla,
como una polilla
para poder mirar sin enjuiciar los queloides cicatriciales propios y ajenos, sin vergüenza y sin miedo
para poder ver la cara oculta de la luna.
o al menos intentarlo.
El primer cuento, El monstruo que se comió la oscuridad, es un relato circular, que comienza con una pequeña criatura oscura encerrada en una caja, en un lugar recóndito de la casa, como suele pasar con estos seres repudiados...
Pues bien, resulta que este pequeño monstruo ¡tiene hambre acumulada de años!
Por eso devora oscuridad
y al hacerlo sólo queda la luz cegadora.
Comparto en este escrito la interpretación que en su momento hice de este álbum ilustrado. Nos proporciona una visión angular de la sombra que somos, nos muestra lo que puede pasar cuando nuestro mayor empeño es irradiar tanta luz. En este cuento, una solución amorosa devuelve las cosas a su lugar, a su equilibrio natural, sea cual sea, en el preciso momento, cuando toca.
Buenos días, soy el monstruo que se comió la oscuridad
Hasta ahora y por ahora, mi sombra hipertrofiada
mi miedo a dejar aflorar mis partes más oscuras, más miserables
mi miedo a convertirme en esos personajes familiares, mis patrones
mi miedo a que se apoderen de mí.
Así que mejor mantener bien cerrada la caja de pandora,
necesitando, que no deseando, que permanezca así
bien tapada,
cuanto más tiempo mejor,
cuanto más cerrada mejor,
Sin embargo, siempre hay resquicios,
siempre los hay en cualquier recipiente rígido
y por ahí se me escapa
por ahí sale mi pequeño monstruo interior,
que bien alimentado durante años
con altas dosis de sometimiento a los formalismos,
de necesidad (que no deseo) de encajar en lo correcto
de necesidad de pertenecer, al precio que sea, a los clanes que me rodean,
bien alimentado... ¡ha llegado a ser magníficamente grande!
¡Qué miedo!
¡Ahora sí que no sé de qué es capaz esta bestia!
Siento que la caja de Pandora se está abriendo,
y no sé qué va a pasar,
me sumo en el caos del descontrol.
Pero resulta que
llevo toda la vida bailando con la bestia ahí afuera
llevo toda la vida rodeada de estos personajes, mis espejitos mágicos,
exponiéndome inconscientemente,
acogiéndolos de corazón,
reconfortándolos,
Toda mi vida rompiendo el hechizo ahí fuera,
Así que
Me he dado cuenta de que ya sé qué hacer y cómo hacer
ahora y aquí dentro,
Y después de bailar con mi sombra,
después de tocarla, cuidarla y limpiarla suavemente...
poco a poco una especie de ternura me va inundando,
y tengo ganas de mirar ese monstruo, verlo como lo que es:
una parte esencial de mí,
descuidada, despeinada, alimentada de mala manera, repudiada.
Una parte que, por paradójico que parezca, me puede brindar nuevas oportunidades que no conocía,
que no contemplaba,
pero que habitan ahí en ese sótano donde escondemos todo eso que no queremos ver.
Por eso mismo hoy saco mis trapos viejos
¡y me disfrazo de algo diferente!
El segundo de estos cuentos a-sombrosos, Yo mataré monstruos por ti, me llevó a ideas del tipo “lo que es arriba es abajo” que viene a ser lo mismo que “lo que es dentro es fuera”. Me llevó al paralelismo entre ambos mundos.
Sobre luces y sombras. Sobre el miedo que el consciente tiene a lo de abajo. La gracia de darle la vuelta a la tortilla y mirarlo desde la perspectiva siguiente: ¿y si el miedo al final es mutuo y común, el miedo a lo desconocido? Quiero decir, si la sombra nos tiene tanto miedo como nosotros a ella. Entonces, la solución está servida: solo hay que tocarse y re-conocerse.
El tercer álbum de mi equipaje sombrío, Encender la Noche, trata sobre la valentía de permanecer en la oscuridad y de aprender a apreciar eso que tanto me gusta y que se acuña como “belleza colateral”. La capacidad de permanecer despierto y de afinar el ojo en los momentos de penumbra.
Me trajo este cuento recuerdos de la infancia, esa creencia que tenía sobre mi naturaleza felina, porque que podía ver claramente en la oscuridad, y agudizar de paso el resto de sentidos. Captar esos destellos fugaces que se cuelan por las rendijas y de repente hacen cobrar color a rincones desconocidos, ver surgir formas nuevas desde perspectivas diferentes Olfatear en la noche fragancias que durante el día pueden pasar desapercibidas, escuchar los sonidos de la vida que afloran en esta otra mitad durmiente e inconsciente.
Algunas personas, las que somos nocturnas, disponemos de un poco más de tiempo para poder disfrutar de ese privilegio. Es una suerte.
Apreciar la belleza colateral. Aparece de repente un arcoíris y un reflejo inesperado te llama diciendo “ven, es por aquí”, como un fuego fatuo. Y así, la sombra, tan rechazada, también nos enseña el camino, de otra manera, por increíble que parezca.
Indicamos a continuación los autores y editores de los tres álbumes ilustrados sobre los que trata este artículo: El monstruo que se comió la oscuridad, de Joyce Dunbar y Jimmy Liao (Barbara Fiore Editora, 2010). Yo mataré monstruos por ti, de Santi Balmes y Lyona (Principal de los Libros, 2011). Y Encender la noche, de Ray Bradbury y Noemí Villamuza Manso (Kókinos, 2014)