Retahílas. Un género infinito

Roberto Mezquita

Narrador oral, escritor de literatura infantil y poeta.

1. PARA ABRIR BOCA

Siendo este un blog que, por razones obvias, está dedicado a los múltiples e inabarcables aspectos que tienen que ver con los cuentos (y de un modo especial, con aquellos que conocemos como maravillosos); sucede que en cuanto nos ponemos a transitar por los territorios relacionados con dichos relatos ancestrales, a menudo, nos van saliendo al paso toda una amplia serie de géneros que igualmente hunden sus raíces en nuestra fecunda e infinita tradición oral.

Y cuando decimos una amplia serie de géneros, lo hacemos con harta razón, como enseguida va a verse. Sólo hay que recurrir a nuestro querido, conocido y citadísimo Antonio Rodríguez Almodóvar y a uno de sus libros, tal vez no tan requerido, pero igualmente imprescindible: Del hueso de una aceituna. Nuevas aproximaciones a la literatura oral. (Editorial Octaedro. 2009) Pues bien, en dicho volumen nos encontramos recogidos nada más y menos que siete de los denominados géneros mayores y hasta sesenta y tres géneros menores.

Al respecto, conviene aclarar que dicha denominación tiene únicamente una característica cuantitativa, inherente a la abundancia, mayor o menor, de materiales y repertorios de cada uno de ellos; y que nunca deriva de juicios cualitativos acerca de la belleza o pretendida calidad e importancia de los diferentes géneros.

Portada de ‘Cada cual atienda su juego’, una buena lectura para animarse a traer la magia de las retahílas a nuestras vidas

Pero sigamos separando el polvo de la paja, para indicar que esos siete llamados géneros mayores serían los siguientes: adivinanzas, acertijos, chistes y chascarrillos, cuentos (que el propio Almodóvar en sus estudios divide en tres grandes apartados: maravillosos, de costumbres y de animales), refranes, romances, y, por último, dichos, modismos y locuciones.

En lo que se refiere a los sesenta y tres géneros menores, aunque no los vamos a citar todos, no me resisto a enumerar buena parte de ellos, porque nos proporcionan, de pronto, una estupenda visión panorámica del conjunto de la tradición oral, a la vez que atestiguan su insondable riqueza. Entre otros, tendríamos los siguientes: canciones populares infantiles y adultas, coplas de carnaval, conjuros y ensalmos; burlas, chascos y pegas; mentiras, patrañas y disparates; coplas populares, galimatías, buenaventuras, nanas, leyendas urbanas, maldiciones, trabalenguas, suertes de echar, oraciones populares, piropos, pregones, retahílas para jugar, rimas de la primera infancia, rondas y serenatas, trovos, verdiales, villancicos o letras flamencas. Hay además una serie de géneros que, caprichosamente, me permito englobar bajo el paraguas del ingenio popular infantil y contemporáneo: los colmos, los no es lo mismo, los parecidos (en que se parece…), las comparaciones populares y exageraciones, los que le dijo, los tantanes o los se abre el telón.

Para finalizar, agrupo también por su relación y cercanía, todas aquellas coplas y cancioncillas que tiene que ver con los juegos de comba y barca; de corro y rueda; de filas, bailes y palmadas o de pelota.

2. DE LA MANO DE ANA MARÍA PELEGRÍN

Después de este vuelo por los anchos cielos de la tradición oral, vamos a ver si podemos ir aterrizando de manera más o menos suave en el país de las retahílas. Para nuestro viaje, vamos a contar con la guía de una figura gigante e imprescindible en todo lo relacionado con la llamada literatura de tradición oral en el ámbito del idioma español y considerada una de las mayores especialistas en dicho campo. Estamos hablando de la investigadora, ensayista y pedagoga hispano-argentina, Ana María Pelegrín. Ana, que participó en diversos movimientos de renovación pedagógica, siendo fundadora de Acción Educativa; es sin duda uno de los mayores referentes en todo lo relacionado con la poesía infantil de tradición oral, que es el campo que, sobre todo, atañe a nuestro artículo. Siempre conviene leer y releer cualquiera de sus obras en las que relucen tanto su trabajo de campo e investigaciones, como sus acertadas reflexiones e intuiciones sobre la materia; además de algunas interesantes recopilaciones. En este sentido, cabe decir que su última obra, Pequeña memoria recobrada (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, 2.008) estaba dedicada a catalogar y estudiar los libros para niños escritos por algunas personas exiliadas a causa de la Guerra Civil Española. En cuanto a su bibliografía y dada la naturaleza de este blog, es obligatorio recomendar la lectura de La aventura de oír. Cuentos y memoria de la tradición oral (Editorial Cincel. 1982). Dividido en tres bloques, el primero de ellos esboza la problemática de la literatura oral, su relación y su supervivencia en los cuentos infantiles. El segundo, contiene las reflexiones de Ana sobre el narrador de cuentos frente a la memoria colectiva e individual. Y por último, la parte tercera, recoge una selección de cuentos, en su mayoría de tradición oral y que pueden venir muy bien para el repertorio de quien quiera iniciarse en el arte de contar historias. Como muestra de esta aventura de oír, transcribo un pequeño párrafo del libro, que viene muy a cuento:

La pedagoga e investigadora hispano-argentina Ana Pelegrín

“El romance, la canción, enlaza con el movimiento corporal, gestual, rítmico, ya sea en los cantado-jugados por los niños, o los que acompañan -aún- algunas tareas o trabajos colectivos -la siega-, o en danzas y música en los días exultantes de la fiesta.

El cuento requiere otro marco, otra es su función. Necesita del reposo, de un detenimiento en el trabajo, un oído grupal, un narrador. La palabra se despoja del cuerpo-espacio-ritmo, se desnuda en el oído-agrupado. Lo oral se esparce, se difumina; lo oral, como lo recuerda el diccionario, también es «viento fresco y suave». Recibir, percibir por el oído lo elemental, escuchar voces y movimiento, como el personaje del cuento que «de rodillas sentía nacer las hierbas, crecer las hierbas, no las veía», supone un transcurso temporal diferenciado. Supone distender el tiempo, tenderse en el tiempo, oír pasar el tiempo, urdir pasatiempos.”

Pasando al mundo de la poesía de tradición oral y en particular al de las retahílas, que es el objeto primordial de nuestro artículo, hay que citar dos obras de Pelegrín, totalmente imprescindibles. La primera, sería, Cada cual atienda a su juego. De tradición oral y literatura (Cincel. 1986). Y la otra, La flor de la maravilla: juegos, romances y retahílas (Fundación Germán Sánchez Ruipérez. 1996). Si queréis adentraros y profundizar en estos territorios de la lírica infantil, son la mejor brújula. Y aunque imagino que os va a resultar muy complicado haceros con algún ejemplar en formato físico, os recomiendo que rastreéis en las bibliotecas de vuestro entorno o que bien curioseéis en la biblioteca virtual Miguel de Cervantes: https://www.cervantesvirtual.com/

Advierto que la gran mayoría de palabras y conceptos que escribo a continuación, vienen derivadas de un modo u otro de este par de obras citadas.

3. RETAHÍLAS. MUCHO MÁS QUE PALABRAS

I. INTRODUCCION

Si como es el caso, estamos interesados en todo lo que significan los cuentos maravillosos, antes incluso de que sepamos exactamente lo que son, las retahílas acabarán tarde o temprano apareciendo en nuestro camino. Primeramente, nos llamarán la atención por su belleza y el ingenio de su oralidad tradicional y luego, poco a poco, nos iremos dando cuenta que pueden resultar un recurso, tanto para animar de manera alternativa el ocio y los juegos de nuestras criaturas, como para redondear una sesión de cuentos ante el público infantil y adulto. Otra de las fascinantes realidades de las retahílas, es que se constituyen en la mejor y más maravillosa puerta de entrada a la poesía y al lenguaje poético para las niñas y los niños, desde su edad más tierna; de tal manera que algunas autoras han acuñado el término de prepoesía para referirse a ellas.

II. DEFINICIONES Y ORÍGENES

Todas y todos, incluso sin ser sabedores, conocemos y empleamos unas cuantas retahílas en nuestro día a día: El que fue a Sevilla, perdió su silla o Sana, sana, culito de rana; si no sanas hoy, sanarás mañana o Santa Rita Rita, lo que se da no se quita. Tratar de explicar lo que es una retahíla es fácil y difícil a la vez, porque a menudo el término se ha convertido en un cajón de sastre que atañe a varios géneros, resultando una especie de comodín que salta entre conceptos diversos; y que modestamente yo me atrevería a definir como género de géneros o metagénero. Recurriremos, pues, en este empeño definitorio, a nuestra estimada Ana Pelegrín y a su mencionada La flor de la maravilla. Para que vean la enjundia del asunto, ella llega a proponer hasta cinco definiciones, más o menos diferentes para las retahílas, a las que llama también fórmulas de juego; detalle que nos da ya una primera pista sobre la naturaleza del género. Para ir abriendo camino, vamos a rescatar alguna de estas definiciones:

# En la lírica infantil de tradición oral, composición frecuentemente dialogada, que acompaña a los juegos-rimas de acción y movimiento infantiles. O bien, texto oral recitado o cantado que suele llevar diálogo rimado y festivo.

# Las retahílas pueden definirse igualmente como: un texto oral tradicional de variedad temática que engloba letras para sortear, letras mágicas, disparates, burlas, trabalenguas y/o cuentecillos acumulativos.

# Y por extensión, composiciones orales de tradición infantil en la que predomina la palabra sin sujeción lógica aparente.

Portada de ‘La flor de la maravilla’, de Ana Pelegrín, una buena puerta de entrada al fabuloso mundo de las retahílas.

Conviene recordar, para seguir desbrozando esta jungla conceptual, que aunque ya lo señalamos al hablar de los géneros mayores y menores, no se consideran retahílas ni las adivinanzas, ni los romances, ni la canciones líricas o narrativas; pero que sí lo serían, por ejemplo, los trabalenguas, las burlas y las llamadas jitanjáforas, término acuñado por el mejicano Alfonso Reyes, para designar toda suerte de estrofitas y juegos de palabras carentes de significado y que evoca todos esos juegos verbales que el niño utiliza tradicionalmente para acompañar sus juegos o, simplemente, como divertimento imaginativo; y que perfectamente puede asimilarse al sentido de una retahíla o cantinela. Las retahílas forman parte, por tanto, de la poesía infantil de tradición oral y todo parece indicar que su función básica era sobre todo acompañar todo tipo de juegos, a los que estarían indisolublemente asociadas; como aquellos en los que se salta a horcajadas sobre otros, los que tienen que ver con la comba y la goma, con el columpio o aquellos en los que se pellizcan o palmean las manos. Conviene señalar, además, algo de radical importancia, pues en lo que se refiere a su posible origen, la teoría principal dice que podrían proceder de ancestrales fórmulas mágicas como oraciones, conjuros y ensalmos; lo cual las hace estar muy conectadas con todo lo que significa el poder mágico de la palabra. Y de ahí, ese Sana, sana, culito de rana o el sempiterno Caracol col, saca los cuernos al sol o ese otro Que llueva que llueva, la Virgen de la Cueva… No hay que ser ningún experto para concluir que esta última cantinela podría proceder de una invocación adulta y seria para favorecer la lluvia; filtrada luego por el imaginario infantil, que en su fantasía y deseo, lo que quiere es que llueva un chaparrón con azúcar y turrón. Concluyamos, por tanto, que lo que dota a las retahílas de una fascinante riqueza y les confiere una maravilla profunda y peculiar, es, como venimos viendo, que no son sólo texto o palabra, sino que comportan también gesto, movimiento y acción, para acabar desembocando en territorios cercanos al ritual.

III. A MODO DE EJEMPLO

Las retahílas se usan para jugar con las y los bebés. Por ejemplo, mientras se dice esta, se acarician las mejillas del bebé y se le dan unos suaves golpecitos: Gato Misín / ¿Que has comidín? / Sopitas de anís / ¿Me has guardadín? / No, no mi señorín. Relacionadas con el mundo de los bebés, hay igualmente una serie de preciosas retahílas de regazo en las que se les mueve adelante y atrás o a un lado y a otro, se les mece o se les hace cabalgar. Aunque forman parte de muchos juegos, también hay retahílas para decidir quién se la queda o se la lleva o se la liga o se la para en esos mismos juegos: En un / café / se rifa / un pez al que / le toque el número / tres / uno, / dos, / tres. Esa misma cantinela sirve además para acompañar mientras se saltar a la comba o se juega a la goma; pues los géneros populares son ajenos a todo tipo de fronteras y límites Las retahílas son estupendas para decir disparates y mentiras: Con el triqui, triquitón, / Una pulga y un ratón / Han salido de un cajón. Y también sirven, si fuera necesario, para burlarse de las amigas o amigos e incluso de los enemigos: Te conozco, bacalao, aunque vengas disfrazao o Cobarde, gallina, capitán de las sardinas o Chincha rabiña, que tengo una piña con muchos piñones y tú no los comes. Las retahílas se cantan y se bailan, se pueden inventar y cambiar sobre la marcha, y son la mar de divertidas: San Pedro, como era calvo / le picaban los mosquitos / y su madre le decía /Ponte el gorro, Periquito. Y por si fuera poco, además no necesitan tener sentido, pues resultan por definición, puro juego físico y verbal: Pon pon, chibiricú, chibiricá, / chibiricuri, curi, fa, / chibiricuri, curi, fero, / a la mosca, mosquetero.

IV. HERENCIA E INNOVACIÓN

Portada de ‘Mondas y Lirondas’, último libro de Roberto Mezquita dedicado a este género de la tradición oral.

Al igual que los cuentos maravillosos y otros géneros de la tradición oral, las retahílas forman ya parte de nuestro imaginario colectivo. Y esa es seguramente la razón por la cual resultan un terreno abonado al que los investigadores, los lectores y los creadores vuelven una y otra vez, de tal manera que se siguen tomando sin cesar, como referencia y punto de partida, para crear todo tipo de nuevas composiciones. Baste decir que grandes poetas como Alberti, Celaya o Machado, entre otros, han acabado subyugados y entregados a su magia; y las han tomado como referencia para escribir alguno de sus poemas, en ocasiones y paradójicamente, desde postulados vanguardistas y experimentales. Sirva como ejemplo este ¡Cu-cú! de Gloria Fuertes: ¡Cu-cú!, cantaba la rana / ¡Cu-cú!, debajo del agua / ¡Cu-cú!, pasaba un tendero / ¡Cu-cú!, vendiendo carero / ¡Cu-cú!, asomé la cabeza / ¡Cu-cú!, quería cerveza / ¡Cu-cú!, yo quiero rosquillas / ¡Cu-cú!,comida de pillas / ¡Cu-cú!, yo quiero galletas / ¡Cu-cú!, valen dos pesetas / ¡Cu-cú!, que vida tan cara / ¡Cu-cú!, me meto en el agua.

Como sucede con las mejores obras de arte, las retahílas contienen múltiples capas. Interpretaciones, visiones, posibilidades… no se agotan nunca. Y de este modo, continúan sirviendo como molde perpetuo para crear infinitos textos paralelos, creativamente reinventables ad infinitum. Bajo esas mismas premisas, yo mismo he ido construyendo dos recientes poemarios infantiles: Contantes y Sonantes (La Única Puerta a la Izquierda. 2022) y Mondas y Lirondas (Cartonera del Escorpión Azul. 2024), donde me he empeñado en recrear y reinventar un ramillete de retahílas procedentes de la tradición oral; dentro de un ejercicio que me gusta definir como retroprogresivo, porque hunde sus raíces en la lírica popular infantil, mientras busca caminos no transitados, en el convencimiento de que hay que seguir ofreciendo a nuestras niñas y niñas nuevos repertorios poéticos. Mi apuesta primordial ha consistido siempre en lograr que, en el resultado final, pueda seguir brillando todo el encanto, la belleza, el ingenio y la maravilla que poseen estas creaciones anónimas y populares. Escribir tomando como punto de partida la tradición oral me permite, en todo momento, sentirme seguro y respaldado por esa conexión ancestral, que se mantiene viva y fértil por más años que pasen; y que a la vez ofrece una base firme, para realizar todo tipo de piruetas y volatines creativos. Como botón de muestra, os dejo uno de los poemas de Contantes y Sonantes. En su momento, se me ocurrió que podía resultar sugerente crear retahílas de sorteo para encarar algunos de los actuales retos domésticos, como quién se encarga de pasear al perro o a quién le toca sacar la basura o hacer la cena. Espero que os sirvan de ayuda en vuestros hogares.


RETAHÍLAS PARA VER QUIÉN SACA AL PERRO


Saca saca la casaca, que tienes cara de vaca, saca saca el casacón, tu cabeza es un melón. Tinta, tinta, tinta; tinta con tintero, tinta, tinta, tinta; eres el primero.

Helecho y helecho, el guiso ya está hecho, zarza que te zarza, el postre es lo que falta. Si no traes una cuchara, no comes nada de nada, si no traes un tenedor, te perderás lo mejor. Cinco, cuatro, tres y dos.

Suena suena el sonajero, suena suena el monedero, si te caes en el agujero, te marcharás de este juego. Trompa, trompa, trompa, trompa trompetín, trompa, trompa, trompa; que te toca a ti.



Como escribimos en el encabezamiento, Roberto Mezquita es narrador oral, escritor de literatura infantil y poeta; mostrándose siempre muy interesado por todos los géneros de la tradición oral. Ha publicado los siguientes libro-álbumes: El Gallo Traganueces, La Vieja en la botella y Tam, Tim y Tom; todos ellos con la editorial OQO. La Fragatina sacó a la luz Oveja de madera. A estas publicaciones se suman los dos poemarios infantiles ya mencionados, Contantes y Sonantes (LUPI. 2022) y Mondas y Lirondas (Cartonera del Escorpión Azul. 2024).


























































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































Anterior
Anterior

Setenta: siete letras, siete décadas

Siguiente
Siguiente

La Cuentoterapia en el trabajo biográfico