Como te lo cuento

Der Grossvater erzählt eine Geschichte (El abuelo cuenta una historia), obra del apreciado pintor suizo Albert Anker (1831 - 1910)

Amada Cabrera de la Guardia

Funcionaria de justicia y, durante algunos años, cantante profesional. Madre de dos mujeres y abuela de tres niñas y un niño. Estudiante de cuentoterapia.

El arte de contar un cuento encierra todo un ritual que tiene su inicio desde el mismo momento en el que nace la intención de hacerlo. Yo diría que desde ahí, desde que parte esa intención, ya comienza su efecto sanador.

En la antigüedad ya había todo un ritual para contar los cuentos de tradición oral, que se ha mantenido a lo largo de los siglos. Era un ritual que se practicaba en todos lados, desde las aldeas, alrededor de un fuego, hasta la corte de Versalles, donde eran famosas las sesiones en que las aristocráticas damas se contaban cuentos de hadas. Este ritual ayudaba a transmitir la sabiduría ancestral contenida en cuentos maravillosos, leyendas, hechos históricos, y mitos llenos de simbología.

Elegir el cuento para la persona o el grupo comienza con una intención para, posteriormente, hacer la elección del mismo en función del oyente, del para qué y con qué objetivo; y una vez elegido, llevar al otro de la mano a través de un relato lleno de inocencia, intriga, obstáculos, hasta el esperado, a veces sorprendente desenlace, sumergidos en la interpretación de los personajes que intervienen en él.

Como en todo arte, la finalidad misma de contar un cuento es llegar a otro a través de la emoción y para eso también se requiere que venzas, como el héroe del relato, el miedo al ridículo, a la exposición, perder la rigidez y convertirte en un canal para transmitir el cuento al oyente poniéndote al servicio de la historia. Ser el puente entre la obra y el público. Como ocurre con cada artista, la forma de hacerlo es creativa, personal y diversa.

Todo este ritual previo, más o menos complejo según el caso, forma parte del efecto mágico del cuento.

El acto íntimo y sencillo de contar un cuento a uno de nuestros pequeños para dormir tiene tanto efecto sanador como cualquier otra exposición más elaborada dirigida a grupos de niños, adolescentes o adultos. Todo nace con la intención. Que el ritual sea más o menos complejo no lo convierte en menos importante, porque en ese momento, dure lo que dure, hay que estar disponible para el otro, ¿hay mejor acto de amor?

En cada contador de cuentos en acción hay un artista en acción.

Sé bien que exponerse públicamente requiere cierta clase de valor, porque no sólo el que recibe la historia está mostrando su lado vulnerable, el que la cuenta también. Así que vuelvo al principio: intención. Hoy leí una frase que rezaba:

"mientras danzo no puedo juzgar, no puedo odiar, no puedo separarme de la vida. Por eso danzo". Podemos aplicarla a cualquier faceta artística. El arte te conecta con algo más grande, te pone al servicio de la obra, del público y de uno mismo, ya que la autenticidad es indispensable.

Desde otra perspectiva, como oyentes, de forma innata nos identificamos con el protagonista. Ése me parece el primer efecto mágico del cuento, que describiré desde mi experiencia personal.

Desde que comienza el relato estamos atrapados en una historia mágica y, por tanto, estamos a salvo, ¿no es maravilloso, liviano? Un ir y venir de la fantasía a la realidad, como quien se mece entre palabras sin más implicación que el propio disfrute; dejarse llevar.

Ahí está la magia, voy pero estoy a salvo, hago el viaje desde la fantasía de mi niña interior, que está a salvo, y desde ese lugar puedo dejar que surta su efecto, no hay resistencia, ¿cómo se resiste uno a un cuento?, ¿cómo se resiste uno a nuestro lado inocente?

Mi primer taller de cuentoterapia llevaba por título "Lo rechazado. El encuentro con la sombra", fui atraída además de por el título, por la figura del cartel, un ermitaño con un farolillo, el arquetipo con el que me siento más identificada, que se me antojó algo siniestro en ese momento. Un enunciado con reto y un misterio, mi propia sombra.

Uno de los cuentos maravillosos elegidos para ese viaje fue "El príncipe durmiente", un cuento que, afortunadamente, no conocía, así que, sin ningún tipo de prejuicio, resistencia o deformación acompañé a la princesa en su camino en busca de el rey encantado. Salvar a un príncipe... ¡irresistible!

"Lo blanco con lo encarnado qué bien está.

Como el rey que dormirá y no despertará

hasta la mañanita del señor San Juan"

A través del trabajo realizado en ese taller, desgranando simbólicamente el cuento, participando en las dinámicas y actos psicomágicos, entendí qué partes de mí que tenía negadas eran útiles, si sabía usarlas; como resultado me reconcilié con aquellas sombras que pude identificar, integrándolas dese otra mirada. Tuve la sensación de que ya estaba un poco más completa.

En otra ocasión tuve la oportunidad de acompañar un taller, “Al hilo de un cuento un canto”, en el que se iban hilvanando los cuentos con canciones. Lo hice interpretando un tema titulado “Honrar la vida”. En este taller nos adentramos en los diferentes estados de ánimo a través de cuentos y canciones, entendiéndolos y tomando consciencia de ellos. Y, por supuesto, los participantes nunca somos meros espectadores, todos los talleres tienen momentos muy participativos en los que experimentar de forma activa el tema que ocupa al taller.

Mi opinión es que realmente honramos la vida cuando nos ocupamos de ella, y como dice la canción que he mencionado: “no, permanecer y transcurrir no es perdurar, no es existir ni honrar la vida”. La cuentoterapia es una forma generosa de abrir el corazón y con el corazón abierto se vive mejor.

https://www.youtube.com/watch?v=pQevw0492Z4

Aprovecho este espacio para agradecer el regalo que ha sido para mí la cuentoterapia.




















































































































































































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